En esta semana se inicio el ciclo escolar
2012-2013, toda una revolución en los
hogares de los infantes y adolescentes. Con antelación, la mayoría de los
padres de familia se abocaron a la compra de los famosos útiles escolares; libros,
cuadernos, juegos de geometría, libretas de diversos tamaños, papel en sus
diferentes presentaciones y colores, crayolas, marcadores, pegamento, tijeras y
un sinfín de artículos más, la mayoría de ellos innecesarios y que hacen
sangrar la economía de las familias. Agregue a esto los uniformes; de gala, del
diario y de deportes, la mochila, el portaviandas o lonchera, los zapatos para
el uniforme y los tenis para educación física y etcétera, etcétera…
Los chicos entusiasmados por el
estreno de útiles y uniformes, los padres acongojados por tanto desembolso
efectuado, muchos tuvieron que empeñar hasta la camisa con tal de satisfacer
las exigencias de los profesores, en algunas escuelas piden además material
para el botiquín, jabón, gel desinfectante, papel higiénico, toallas sanitarias
y una cantidad de cosas, muchas de las cuales no serán ocupadas y quien sabe a
la casa de quien irán a parar. Y la estocada final, las cuotas en efectivo para
las famosas asociaciones de padres de familia!
Pero a pesar de todo, nuestro
pueblo sumiso y obediente se aprestó a satisfacer las exacciones, verdaderas
exigencias de los mentores, como si los materiales y equipo fueran
absolutamente indispensables para la formación de los muchachos!
Antaño los pedidos no eran excesivos,
bastaba con que el escolar llevara su cuaderno y su lápiz para obtener los conocimientos y la formación
necesaria para la vida, pero se contaba eso si con la dedicación y cariño casi
paternal de los verdaderos maestros en las humildes escuelas, en las
destartaladas aulas, con carencias de todo tipo, paredes pintadas con pintura
para pizarrón para hacer las veces de este, empleando los libros que habían usado
los hermanos o primos mayores para no hacer gasto, utilizando la famosa
“pizarra” donde los chicos escribían con tiza y se borraba para volver a
escribir. Ah que tiempos aquellos cuando nuestros viejos profesores, auténticos apóstoles de la
educación, vara en mano, nos hacían repetir y corear las lecciones del viejo
silabario de San Miguel, y con sus toscas pero cariñosas manos nos guiaron en
el trazo de las letras, sin embargo aprendimos a leer y a escribir y aprendimos
bien.
Comparando el grado de
conocimiento de antes, me refiero a cuando menos la mitad del siglo pasado con
los tiempos actuales, es mucha la ventaja que le pudiera llevar un escolar de
aquellos años a un escolar actual y aun con las carencias que tuvimos. No era
necesario el uniforme porque cada quien iba vestido según su condición
económica se lo permitía y aun así fuimos tan felices, y ahora comprendo que
fuimos felices por el afecto que los maestros, verdaderos maestros, muchos de
ellos improvisados, le agregaban a su labor; ingenio, disciplina,
constancia, cumplimiento con los
horarios e infinita paciencia.
De aquí surge la pregunta, ¿qué
se puede esperar ahora de nuestros revolucionarios profesores?