En Oaxaca de Juárez, la hermosa y
colonial ciudad sureña, todavía hasta bien entrado el siglo XX, era punto
obligado escuchar historias de visiones, aparecidos, duendes y una pléyade de
entes fantásticos que le daban vida a las leyendas; la Llorona, la Matlacihua,
el Perro Negro, el Perro Amarillo, el Hueso Volador, el Pelón, los Duendes, el
Coco, la Muerte, la Bruja, etc. eran solo algunos de los entes fantásticos que
perturbaron la quietud de nuestra niñez.
Quién no supo de la imaginable
existencia de estos seres de ultratumba? La gente de mi generación creció con
tales quimeras.
Así, se contaba de la existencia
de la Matlacihua, quien bajo la apariencia de una hermosa mujer coqueteaba y atraía
a los beodos más nunca se dejaba
alcanzar, y ,cuando por fin el desventurado sujeto creía que ya era suya, se
encontraba tirado en los breñales todo lastimado mientras la fantasmagoría se
divertía a costa suya, mostrándose tal cual era.
La Llorona, espectro de carácter
nacional, fue una mujer que asesino a sus hijos y en castigo fue condenada a
vagar por las noches en las calles de la ciudad aullando lastimeramente ¡Ayyyyy
mis hijoooooooooos!, se cuenta que quien tenía la mala fortuna de toparse con
ella, era víctima de espasmos, fría sudoración, temblor de cuerpo y fiebres
altísimas, en nuestro Oaxaca de antaño se le veía salir de los balcones de las
casonas coloniales flotando al aire.
El Perro negro y el perro
amarillo fueron también entes creados por la imaginación popular para infundir
pavor sobre todo a los trasnochadores, se supone que quien se encontraba con
estos engendros del mal, enfermaba de “mal de ojo” y de “tiricia” misma que
podía llevarle a la tumba de no ser tratada con “limpias” y remedios
herbolarios.
El Hueso volador generalmente
salía flotando de los panteones y se supone que era hueso de algún difunto, si
a alguien le tocaba en alguna parte de su humanidad, era seguro que contraía
enfermedades de tipo reumático, amén que con solo verlo causaba gran espanto.
La leyenda de la “Carreta de la
muerte” fue muy popular en esos ayeres, nadie asegura haberla visto, pero si
era oído el clásico rechinar de las desvencijadas ruedas a altas horas de la
noche, tiempo después esta visión fue relacionada con el oficio de los “caqueros”
tan popular en aquellos años.
El Pelón, fue uno de los nombres
que el vulgo dio al Diablo, se aparecía por lo regular a las mujeres que
andaban solas por las calles y
callejones de la ciudad a deshoras, se dice que les chiflaba en una forma
penetrante y aguda y que tenía el don de la ubicuidad, es decir se les aparecía
varias veces en distintos lugares, su chiflido y visión también causaba espanto
y enfermedad del “susto”.
Los duendes, se cuenta que eran
seres fantásticos de muy corta estatura y generalmente de color verde,
acostumbraban hacer maldades a los vecinos cambiándoles las cosas de lugar o
escondiéndoselas, solían jugar con los niños pequeños en ausencia de sus
progenitores más cuando eran sorprendidos por estos, tenían la virtud de dejar sordos
o ciegos a los infantes, se dice también que acostumbraban “cagarse” en los
patios de las vecindades dejando una plasta como la que hace un bovino. Para
tenerlos contentos, la gente dejaba dulces y juguetes en los lugares más
insospechados de la casa.
Estos fueron algunos de los entes
que nos infundieron pavor en la niñez, ahora se especula que fueron creados por
los adultos para meter en cintura a los niños, jóvenes y uno que otro adulto,
que solían observar mal comportamiento, con ellos vivimos, con ellos crecimos y
con ellos en alguna ocasión jugamos.
En la actualidad a los niños
y jóvenes les causa risa escuchar estas
historias, claro también la ciudad ya no es la misma, ahora hay calles bien
iluminadas, mucho tráfico hasta altas horas de la noche y los modernos
adelantos como el teléfono celular, la computadora, el Ipod e Ipad, y demás
aparatos ya no nos dejan tiempo para imaginar y mucho menos para creer en
nuestros amados entes fantásticos!