En el calendario de celebraciones
aparece el tercer domingo de junio como Día del Padre, esta festividad es
relativamente nueva en nuestro país y ha llegado a nuestro terruño con todas
las implicaciones emotivas y comerciales que conlleva.
Hasta hace unas décadas, el sólo
mencionar el nombre de papá era relacionar un ser adusto, inflexible, autoritario,
temido y por lo mismo en muchos casos incomprendido.
Ahora utilizando el término
padre, hasta se han acuñado frases para dar a entender que algo nos causa un
impacto positivo, como: ¡Que padre está la película! ¡Tu automóvil está
padrísimo! algunas ofensivas para indicar superioridad: ¡Yo soy tu padre! y
otras muy cariñosas como cuando la amada exclama, ¡papacito!
Hoy en pleno siglo XXI, la imagen
del padre ha dado un giro de 380 grados, antes ni siquiera pasaba por la
imaginación verlo apoyando las labores domesticas como bañar a los hijos
pequeños, cambiarlos de pañal, cargarlos en la calle, recoger los trastos de la
comida, lavar los platos, asear la casa, hasta lavar y planchar la ropa. Hoy es
usual ver a los padres de familia participar en las citadas labores y es digno
mencionar que no es censurable, antaño las rígidas costumbres no permitían que
los padres de familia abrazaran y besaran a sus hijos y más si estos eran
varones, era mal visto!
Ahora esto no significa que el
varón se haya feminizado, es que ha cobrado conciencia de su papel en el rol
familiar y esto se refleja hasta en el número de prole que la pareja decide
tener, encontrando que por regla general se tienen uno o hasta dos hijos, en
comparación a los tiempos pasados en que las familias eran numerosas de hasta ocho
o nueve hijos, según el dicho popular que dice: “los que Dios nos quiera
mandar” y en la creencia que “donde come uno comen dos”.
Por supuesto que no todos los
padres de familia son responsables o asumen su papel de verdaderos jefes de
familia, aun existen seres renuentes a
participar en apoyo al hogar y además de ser irresponsables son agresivos,
machistas y retrógradas, por lo general desahogan sus frustraciones en bares
con los amigos de su calaña y todavía llegan al hogar a descargar su violencia
con la familia, esposa e hijos, que deberían ser lo más sagrado para esos
entes.
Pero volviendo a la celebración
que nos ocupa, que bueno que ya se reconoce la actitud positiva de muchos jefes
de familia, vaya nuestro reconocimiento y nuestra felicitación en este día para
todos ellos y asimismo nuestro recuerdo imperecedero a quienes se nos han
adelantado en el viaje sin retorno, que sus buenos ejemplos nos sirvan de guía
en el camino de la vida que ahora nos toca transitar.
Y a los vástagos los exhortamos a
respetar, obedecer y venerar sus papás,
porque una vez idos todos sin excepción exclamamos ¡Tan bueno que era mi padre!