domingo, 14 de octubre de 2012

UN NUEVO CURSO ESCOLAR…



 En esta semana se inicio el ciclo escolar 2012-2013, toda una revolución  en los hogares de los infantes y adolescentes. Con antelación, la mayoría de los padres de familia se abocaron a la compra de los famosos útiles escolares; libros, cuadernos, juegos de geometría, libretas de diversos tamaños, papel en sus diferentes presentaciones y colores, crayolas, marcadores, pegamento, tijeras y un sinfín de artículos más, la mayoría de ellos innecesarios y que hacen sangrar la economía de las familias. Agregue a esto los uniformes; de gala, del diario y de deportes, la mochila, el portaviandas o lonchera, los zapatos para el uniforme y los tenis para educación física y etcétera, etcétera…

Los chicos entusiasmados por el estreno de útiles y uniformes, los padres acongojados por tanto desembolso efectuado, muchos tuvieron que empeñar hasta la camisa con tal de satisfacer las exigencias de los profesores, en algunas escuelas piden además material para el botiquín, jabón, gel desinfectante, papel higiénico, toallas sanitarias y una cantidad de cosas, muchas de las cuales no serán ocupadas y quien sabe a la casa de quien irán a parar. Y la estocada final, las cuotas en efectivo para las famosas asociaciones de padres de familia!

Pero a pesar de todo, nuestro pueblo sumiso y obediente se aprestó a satisfacer las exacciones, verdaderas exigencias de los mentores, como si los materiales y equipo fueran absolutamente indispensables para la formación de los muchachos!

Antaño los pedidos no eran excesivos, bastaba con que el escolar llevara su cuaderno y su lápiz  para obtener los conocimientos y la formación necesaria para la vida, pero se contaba eso si con la dedicación y cariño casi paternal de los verdaderos maestros en las humildes escuelas, en las destartaladas aulas, con carencias de todo tipo, paredes pintadas con pintura para pizarrón para hacer las veces de este, empleando los libros que habían usado los hermanos o primos mayores para no hacer gasto, utilizando la famosa “pizarra” donde los chicos escribían con tiza y se borraba para volver a escribir. Ah que tiempos aquellos cuando nuestros  viejos profesores, auténticos apóstoles de la educación, vara en mano, nos hacían repetir y corear las lecciones del viejo silabario de San Miguel, y con sus toscas pero cariñosas manos nos guiaron en el trazo de las letras, sin embargo aprendimos a leer y a escribir y aprendimos bien.

Comparando el grado de conocimiento de antes, me refiero a cuando menos la mitad del siglo pasado con los tiempos actuales, es mucha la ventaja que le pudiera llevar un escolar de aquellos años a un escolar actual y aun con las carencias que tuvimos. No era necesario el uniforme porque cada quien iba vestido según su condición económica se lo permitía y aun así fuimos tan felices, y ahora comprendo que fuimos felices por el afecto que los maestros, verdaderos maestros, muchos de ellos improvisados, le agregaban a su labor; ingenio, disciplina, constancia,  cumplimiento con los horarios e infinita paciencia.

De aquí surge la pregunta, ¿qué se puede esperar ahora de nuestros revolucionarios profesores?

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