LA CAMPANA MALDITA
La Semana Santa ha sido desde
antiguo, un lapso de oración, recogimiento, ayunos y penitencia para el mundo
católico.
Dentro de las rígidas normas para
conmemorar la pasión del Redentor, la iglesia impuso desde hace muchos siglos,
que durante los días santos, las campanas de los templos, que a diario convocan
con su vocinglera voz a los oficios divinos, “murieran”, es decir,
permanecieran “calladas” a partir de la misa del Lavatorio de Pies o
Institución de la Sagrada Eucaristía de Jueves Santo y resucitasen hasta el
Sábado de Gloria durante la celebración
de la Misa de Resurrección, utilizándose durante ese lapso, para convocar a las
ceremonias respectivas, la consabida “matraca” que utiliza madera en lugar de
metal para producir sus sonidos.
Se hace alusión a lo anterior,
porque es asunto que tiene mucho que ver con la leyenda de la campana maldita.
Corría plácidamente el siglo XIV en
la hermosa provincia de Sevilla, España, era la conmemoración de un Viernes
Santo pleno de misticismo y recogimiento, cuando a eso de la hora nona, comenzó
a repicar alegremente una pequeña campana de la iglesia de San Marcos; las
autoridades eclesiales y la feligresía , acudieron al acto al lugar de donde
provenía el profano sonido, buscando con insistencia al autor de semejante
atropello mismo que no fue encontrado por ningún lado, así que todos los
presentes, santiguándose y dándose golpes de pecho, concluyeron que lo anterior
era obra del mismísimo diablo! Por lo que las autoridades terrenas y religiosas
determinaron descolgar la campana y someterla a “juicio”, siendo condenada a
privarla de su correspondiente badajo y hacerla permanecer “muda” y arrumbada
por los siglos de los siglos…
El tiempo transcurrió y cuando se
“descubrió” el Nuevo Mundo, se dio paso a la conquista espiritual de los
naturales y ello hizo necesario la construcción de templos y conventos para los
actos respectivos del nuevo culto, entre estos la hermosa catedral de
Antequera, hoy Oaxaca.
Terminado el edificio de Catedral,
el monarca español Fernando VII obsequio a ésta en 1752, un hermoso reloj inglés
para ser colocado en los muros exteriores del soberbio recinto, alguien sugirió
que se podía emplear la llamada campana maldita para marcar las horas correspondientes,
teniendo en cuenta que además de darle un nuevo y útil uso, no se pasaría sobre
lo dictaminado por el Tribunal del Santo Oficio, dado que la sonería era
resultado de golpes de martillo desde el exterior de la campana.
Y así fue como llegó a estas tierras
nuestras, este singular artefacto, mismo que sigue marcando desde hace siglos
el vaivén de la vida de los oaxaqueños.